Hay otros mundos...
Esta mañana me he levantado decidida a reseñar una preciosa novela en el blog de Javier, un blog de lectores sin pretensiones que pretende recomendar novelas a lectores también sin pretensiones. Pero, como siempre, me ha apisonado la realidad de los sábados. Porque los sábados tengo mi programa de "casas" por la tele: Una serie -que dura horas y horas- en la los dueños de una casa "invivible" encomiendan a un equipo que la reformen o les consigan otra vivienda a su gusto. Parece una tontería, pero algo así da rienda suelta a las ansias de cambio que todos tenemos, aunque sólo sea un cambio material en nuestro entorno y lo que necesitemos sea un cambio en nuestras vidas. Cada uno cambia lo que se siente con fuerzas. Yo, de momento, he cambiado en mi cabeza el cuarto de baño y la cocina de mi casa, precisamente las dos obras más caras de cualquier vivienda, y que nunca haré, por supuesto: Primero, porque funcionan, y yo no tiro lo que funciona; y segundo, porque a mi compi los cambios le producen espantosas alergias que prefiero no imaginar.
El caso -porque ya estoy divagando-, es que me levanté decidida a hacer una reseña sobre un precioso libro ambientado en la España del siglo XI en un blog de lectores. Y pensar en cómo enfocar la reseña me llevó a pensar en por qué las novelas "medievales" son mis preferidas. Y eso me llevó a recordar a mis preciosos Ivanhoe y Los viajes de Marco Polo, mis dos libros de cabecera a los 10 u 11 años, cuando tenía tan pocos libros que llegué a aprenderme páginas enteras de memoria, como hacen ahora los niños pequeños con sus pelis de dibujos favoritas.
Y eso, a su vez, me ha llevado a pensar por qué en este blog, donde he etiquetado mis entradas como Comentarios políticos, Comentarios literarios, Esto es un no sé qué y Vivencias, en los Comentarios literarios sólo hay una entrada. Con lo que me gusta leer. Con lo que leo. Con lo que me gusta hablar de literatura. Y con lo que sé de literatura, que no por nada estudié Filología Española sólo para saber qué leer cuando se me habían agotado las lecturas, y que me abrió un universo nuevo -decir un mundo se me queda corto-.
Así que, ¿Por qué no escribo sobre lo que leo? Pues la respuesta no les va a extrañar a los buenos lectores: Porque no leo, Vivo. Los libros hacen realidad la frase del anuncio de la colonia, ése en el que sale un tío cachas y una voz en off dice: Hay otros mundos, pero están en éste. Bueno, pues una buena novela da muchísimo más de sí que un tío cachas. Lo siento, pero una imagen no vale más que mil palabras. En las mil palabras -o las mil páginas, que se han vuelto a poner de moda los novelones decimonónicos- te sumerges, si el autor es realmente bueno, en la trama, y no sólo en la trama, sino en la época. Y a veces lo ves desde fuera, como el observador que eres, pero a veces, cuanto te toca en tu realidad, lo vives desde dentro, y ves tus errores o tus aciertos en otras personas de otras épocas y en otras circunstancias; y, a veces, cuando se equivocan, tienes ganas de gritarles, como si te pudieran oír, "Por ahí no".
Y por una tarde, o por muchas tardes, has vivido otra vida. Y para mí que no es evasión, porque me gusta mi vida; es la parte de aventura de mi vida, la vida que llevo y que me gusta, también en parte porque le reservo ese huequecito de asomarme a otros mundos, como el aleph de Borges. Eso son los libros.
Y esta entrada sí la clasificaré como Comentarios literarios.
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