Estoy leyendo a Cortázar, Los autonautas de la cosmopista, y me deja impresionada, cada vez que lo abro, su poder para sumergirme en el mundo del no-tiempo, la no-velocidad, el no-llegar-a-ninguna-parte-y-ser-feliz-por-ello, que, en el fondo, es el lema del libro: Se trata de un viaje París-Marsella en el que se proponen, él y su mujer Carol Dunlop, parar en todas las áreas de descanso para "ver" la autopista desde otro prisma, el prisma del descanso. Y es impresionante el resultado por lo imprevisto, poético (esa cinta de asfalto y esos ruidos interminables, será posible que "llamen" a la poesía), fantasioso y cotidiano a la vez.
Así que, después de todo, el frío tiene sus cosas buenas. Porque estoy leyendo tanto (no sólo el libro de Cortázar; los buenos libros hay que leerlos a poquitos y alternar con otros) por el frío pelón que hace estos días. Tengo los rosales sin podar, la tela antihierbas que quería extender a medias, he "fichado" tres o cuatro zarzas listas para morir, pero abro la puerta, llega una ráfaga de vientecillo traidor y la vuelvo a cerrar. Hasta el perro de vez en cuando sale a dar su paseo diario, después de toda la ceremonia de ponerme botas, abrigo, coger correa y llaves, da unos pasitos, le llega el hielo a las orejas y se da la vuelta.
¿Y? Pues que he decidido que, a pesar de las ideas que tengo en la cabeza cocinándose, hoy no toca filosofía pedestre, batallitas nostálgicas ni otras mandangas, sino literatura de la buena, de la de mantita, café con leche (o cerveza, no hay que ser sectarios) y sofá, así que voy a escribir de una preciosa novela que leí hace algunos meses, impresionante por lo certera, corta y sorprendente que es. Vamos a ello! Manuel Puig forever!
Esta no es una novela reciente: la tenía pendiente de leer desde hace tiempo, porque los autores latinoamericanos son difíciles en general, pero, de todos modos, tampoco la tengo desde que se publicó (1988), sino que la compré después, cuando voy almacenando novelas de algún autor que me gusta y compro todo lo que veo de él con la voluntad, no siempre cumplida, de que algún día tendré tiempo para leerlo. En este caso, el tiempo llegó, y la he leído más de 30 años después de que la escribiera. Pero, aunque se nota algo el tiempo, todo lo que escribe Manuel Puig se convierte en un clásico, así que no importa.
Sin querer destriparla, puedo decir que va de hacer un retrato fiel del mundo latinoamericano, ya que las protagonistas son argentinas, pero viven en Brasil.
La novela empieza con la presentación de dos hermanas ya ancianas, que representan una clase media relativamente acomodada que prácticamente está desapareciendo, ya que, de los hijos de ambas, uno vive en Suiza, otra ha muerto y sólo el tercero sigue viviendo en Argentina.
A partir de esta «toma de tierra» en la clase media, se abre el abanico de la visión del mundo de estas ancianas: Una amiga psicoanalista más joven -pero no mucho, unos cincuenta años-, también argentina, y unos empleados jovencísimos, estos brasileños, que se cuentan por docenas y a los que se puede recurrir para recados, favores y temas menores.
Pero entonces la trama se complica, porque, después de desplegar la visión romántica de la vida que les cuenta la psicoanalista a las ancianas – un amor romántico, un interés realmente altruista por sus pacientes-, la realidad que van descubriendo es que la vida amorosa de la psicoanalista es muy cínica, y el interés por sus pacientes se traduce en una cuenta corriente abultadísima, porque es una doctora muy, pero que muy cara. Y este segundo nivel ya decepciona a las ancianas y al lector le empieza a intrigar qué va a pasar después.
Y lo que pasa después es que Manuel Puig sigue retratando más planos de la realidad, y esta vez ya le toca a los brasileños jovencísimos y paupérrimos que pululan por la ciudad durmiendo en edificios en obras o en el suelo de cocinas, y que no llegan a tener dinero para comer todo el mes ni siquiera trabajando. Y en este nivel, en lugar de encontrar seres ingenuos y puros como el buen salvaje de Rousseau, que es lo que creyeron ver al principio las dos amigas, se descubre la realidad pura y dura de la gente que vive en el nivel de la subsistencia sin más horizontes: El sexo donde pilla, la vida a salto de mata, los ajustes de cuentas al margen de la ley, el sacrificio de los débiles…
Una preciosa novela que, a pesar de lo escrito hasta aquí, no es triste ni cínica. Es real, y como todo lo real, tiene su puntito de risa y de esperanza, incluso de curiosidad por saber qué pasará con los personajes después de la palabra Fin.
Por cierto, se titula Cae la noche tropical. Casi se me olvida!
Leer me mantiene distraída y aleja problemas propios y eso ya es mucho
ResponderEliminar¡¡¡Qué maravilloso mundo el de la lectura!!!
ResponderEliminarMe anoto el libro en mi listado de lecturas pendientes. Yo también espero tener tiempo algún día de leer todo lo que tengo pendiente.
Espero poder conseguirlo.