Cine, cine y más cine
Ahora veo cine en las plataformas. No es que me haya acostumbrado por la pandemia, como tanta otra gente; es que, desde que no vivo en el foro, se me hace cuesta arriba, muy cuesta arriba, ir al cine a horas intempestivas, sola -para mí, ir al cine es a las siete de la tarde, y luego tomar algo con las amigas o amigos que han ido conmigo para comentar cualquier cosa-, y salir corriendo después para no llegar a mi casa en la sierra demasiado tarde. De hecho, trabajé durante nueve años a tres metros escasos de los cines Golem, y todos los días me hacía el propósito de meterme en el cine a ver cualquier peli al salir del trabajo. En nueve años, jamás lo hice: Estaba cansada, no había ninguna peli interesante, tenía cosas que hacer en casa... Excusas mil. No me apetecía ver una peli sin nadie con quien comentarla después.
La tele es distinto. En la tele, te enchufas a una serie un domingo por la tarde, te ves tres o cuatro capítulos seguidos, y la tarde se ha pasado en un pispás. Interesantes, además, casi siempre, las series; para eso hay tanta oferta. Estas tardes de pelis en el sofá de casa me gustan, pero creo que me gustan porque me recuerdan las tardes de invierno con mis primas en las que salíamos a comprar una tableta de chocolate a la taza, la cortábamos y nos hacíamos un chocolate con ensaimadas, churros o tortas de anís, (Loli, Ascen, Meli, Conchi y una servidora) en Salitre, Lavapiés, Madrid, España. No es que tenga mucho que ver, pero las asociaciones son lo que son: cualquier cosa menos racionales.
Y me estoy yendo por las ramas, porque todo esto ha sido una introducción -que quería ser corta y se me ha ido de las manos, como es evidente- para comentar las dos últimas pelis que he visto en Movistar. Porque, para los que ya estamos out del cine actual, Movistar -como Netflix y como otros muchos, supongo- da pistas. Así que he visto dos pelis de las nominadas a los Goya, que generalmente me gustan -unas más que otras, pero me gustan así, en bruto y sin profundizar mucho-.
Centrándonos: He visto As Bestas y Alcarrás, por ese orden. E inmediatamente me han recordado un año de gracia del cine español, 1984, en el que estrenaron Los Santos inocentes y Tasio, dos perfectos ejemplos de naturalismo en el cine del más alto nivel. Porque parece una copia de aquel año, cuarenta años después: Los Santos Inocentes y As Bestas, dos películas de denuncia, pero de denuncia perfectamente imbricada en el mundo rural y absolutamente creíble; Tasio y Acarrás, dos retratos naturalistas del mundo rural en su vertiente de un mundo que se acaba, aunque en Tasio es un retrato sin más y en Alcarrás hay un reproche al tipo de capitalismo que echa a la gente del campo, pero no llega a ser denuncia: Está a medio camino entre la denuncia y el sentimiento de pérdida de un mundo que no volverá, en el que la palabra dada y los favores personales son suficientes para crear vínculos que, en otra generación y otro mundo, quedan barridos por la modernidad y el dinero.
Total: El cine sigue siendo, aparte de una fuente de placer, un elemento imprescindible para retratar lo que tenemos. Igual que las buenas novelas, igual que el buen arte. No hace falta que sea un arte de denuncia, ya se denuncia la realidad sola. Y tiene la ventaja de que no llena el planeta de mierda; por no llenar de mierda, ni siquiera nos llena de mierda el cerebro: Más bien lo limpia (y qué bien me ha quedado este final).
Comentarios
Publicar un comentario