Lo que nos define

         Estoy delante del ordenador con dos tubitos en mi nariz regalo de la sanidad pública justamente para mi sesenta y ocho cumpleaños, y la verdad es que, después de poco más de un mes, me siento cómoda con ellos. Y no es porque no haya pasado por las etapas, que -supongo- ya estarán estudiadas, de un shock ante una enfermedad ¿grave?: La incredulidad -le discutí a la médica por qué yo, que estaba estupenda, tenía que soportar aquella condena (dicho en poético, por qué tenía que estar amarrada al duro banco de la galera turquesca, Góngora dixit). La depresión: Salí con la lagrimita cayéndome, antes de que la viera mi marido -que no había podido entrar a la consulta- pensando que mi pobre hija iba a quedarse huerfanita demasiado joven (ni un pensamiento a mí o a mi marido, todo hay que decirlo). La adaptación, que fue la más interesante, con flashes de mi boda, de mis lecturas románticas de novelas medievales, de mi infancia con mi primer tocadiscos y nuestra primera tele en casa... luego lo contaré. Y, por fin, la normalización, que, haciendo la comparación en modo quitar hierro al asunto, también me recuerda mi infancia, el Con Dios me acuesto, con Dios me levanto: Creo en Dios y en este Papa, así que a nadie le moleste mi comparación -si me lee alguien que no sea ateo, porque nunca se sabe-, en la que con el tubo de acuesto, con el tubo me levanto.

        Y ahora voy a la parte interesante, la adaptación. Porque, además, fue bastante cómica. Lo primero que se me ocurrió, cuando me vi con el "cablecito" en la mano para no arrastrarlo por el suelo, fue el día de mi boda. Soy así, hago asociaciones y comparaciones imposibles, pero me ví con mi lacito en la muñeca para no arrastrar la cola del vestido de novia, y era exactamente lo mismo. Después me llegó el flash de mis novelas de caballeros andantes en las que las damas llevan el brial también al brazo para que no les arrastre, y casi salto de contenta con la asociación. Cuando ya estaba algo mejor con estas imágenes -totalmente frikis, claro, pero ante un drama cada uno hace lo que puede-, llegó Salva y me contó que, según san google, la tecnología de mi "maleta" (porque es una maleta con ruedas, tampoco muy escandalosa) era Philips. Y me dió otro flash: El primer televisor de mi casa fue philips, pero, más importante aún, el primer tocadiscos, que me regaló mi padre a los trece años y del que ya hablé en otra entrada, también era philips. ¿Era una señal? El anuncio de aquella época era Pon un Wanguard en tu vida, pero yo había puesto no un Philips en mi vida, sino tres. Una señal, seguro.

        Y después, llegó mi hija. Volvió de sus vacaciones, le contamos el tema, y, después de alguna pregunta para empaparse, me soltó la frase definitiva: Bueno, mamá, nuestras enfermedades no nos definen.

        No hay mucho más que hablar después de eso, así que ahí se acabó mi problema y empezó mi nueva estrategia. Nuestras enfermedades no nos definen. Cierto. y recordé a mis amigos, los que tienen un almacén de seis, ocho y diez pastillas diarias que tomar; los que tienen que ponerse un aparato en la pierna para salir a la calle; los que duermen desde hace años con un aparatejo porque tienen apnea del sueño. Y me di cuenta de que no me había jo... entrar en el club de los jubilados, pero sí que jo... entrar en el de los medicados. Porque hay jubilados y jubiletas, pero medicados y...qué? Agradeceria que alguien se inventara algún palabro nuevo y me lo comunicara.

        Ahora me falta resolver lo de los viajes, porque, puesta a asumir retos ¡Un reto!, ¡un reto!, por fin un reto que no es podar los setos antes de que los setos me poden a mí (me pueden las bromas tontas y los juegos de palabras). Pues, como decía, puesta a asumir retos, me falta por resolver cómo voy a hacer los viajes que tanto me gustan. Porque siempre me ha gustado viajar ¡¡¡muchíiiiisimo!!!, aunque últimamente lo hago poco, con el pariente escudado en el "sí, otro día lo vemos, planeamos, miramos, etc". Pero ahora me han entrado más ganas que nunca, y no probablemente, sino seguro que porque ahora se ha convertido, de golpe y porrazo, en algo más difícil. Y Difícil es mi segundo nombre, como dicen en las pelis los chuletas de turno.

        Así que ya veremos. Viajaré. Porque soy de las que piensan que los faroles hay que cumplirlos. Si no, nadie te vuelve a creer nunca más.

Comentarios

  1. Sublime, el mejor que has escrito, en el ámbito de la comedia además: lo más difícil.

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  2. Pero el del clavo también tiene miga, si no lo has leído, aunque hay más, claro

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  3. Los “ahíandamos”, querida. Aún sin jubilar; pero cerca y con. Isst to alijo diario de cinco pastillas ya.. ( seis, si contamos la de la noche) .. porque no hace falta llegar a la jubilación para andar con las cartas marcadas en esta ventaja llamada vida que la
    Muerte nos otorga a todos. Tan arrogante y segura ella!

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