Historias para recordar
Tengo un gran respeto por el pensamiento racional, ahora que está tan de moda eso de la inteligencia emocional y otros hallazgos recientes de la ciencia. Y esto viene a colación de lo que me ocurrió la noche pasada, porque el pensamiento racional me ha salvado de una buena.
Pero empezando por el principio: Llego a casa después de un día -el cuarto- en el hospital, con mi marido ingresado; es verano, tengo una contractura con la que veo las estrellas al andar, al sentarme, al tumbarme, al levantarme... vamos, el firmamento está lleno de estrellas, pero no de las que brillan. Y, cuando me recupero un poco y voy a poner música, ¡horror!. no hay luz. Bajo al automático, que está en el garaje -viendo estrellas de nuevo, hay escaleras-, subo la llave que está bajada (eso me lo sé, tienen que estar todas las llaves del cuadro de la luz subidas, no sé por qué ni lo entendería si me lo explicaran), y la llave vuelve a bajarse sola. Vuelvo a intentarlo, y vuelve a bajarse sola. Llamo a mi marido al hospital, es el que hace esas cosas porque, aunque siempre he sido independiente, no es lo mismo ser independiente que ser Dios, y yo de electricidad, mecánica y otras lindezas de la técnica, tanto antigua como moderna, ni entiendo ni quiero entender. Algún defecto tengo que tener, digo yo.
Total, que lo llamo, y me dice lo que yo ya había hecho. Y me empiezo a poner nerviosa, y, ¡sorpresa!, chillo, un poco histérica ya. Y reñimos, por teléfono "Que no me chilles" "Pues te aguantas, la que estoy sin luz soy yo" "Pues así no lo arreglas" "Pero la que tiene que cargar el móvil y se tiene que poner la máquina del oxígeno soy yo" "Pues vuelve a hacer lo que te he dicho" "Pero ya lo he hecho"... Al final, repitiendo el ritual de subidas y bajadas, y con más paciencia por ambas partes, a la cuarta o quinta vez el tema por fin se resolvió.
Para cuando se arregló era noche cerrada y yo casi daba a las llaves de la luz a tientas, pero se me abrieron los cielos. Había estado a punto de tener un ataque de ansiedad, pero cuando vi los síntomas (angustia, ganas de gritar, de llorar, de tirarme al suelo y dejarme estar sin hacer nada) decidí que, sola y con una contractura que no me dejaba moverme gran cosa, no era plan. Así que el ataque de ansiedad remitió, respiré todo el aire que no me había entrado en la última hora y recordé a mi amiga Lola, una amiga que había tenido también un dilema entre la histeria y la cordura, y había decidido lo mismo que yo ahora, muchos años antes: La decisión de seguir siendo racional en los momentos difíciles.
.
Mala racha....
ResponderEliminarPasará y la luz y las estrellas (no las del dolor) volverán a lucir.