¿Helados, o "calentitos"?
El señor Juan era un personaje que aparecía en mi casa de la calle Baltasar Bachero, en Madrid, sólo el día de nochebuena. Venía con su traje, creo que gris, y una cajita de pastas que mi madre siempre decía, al recibirlas, "No tenía que haberse molestado", y nos sentábamos a cenar en el comedor, todos muy formales. El comedor era una habitación de 10 o 12 metros cuadrados en una casa de 60 donde vivíamos 8 personas, y era un lugar frío, con la puerta siempre cerrada, que debía reservarse perfecto porque era "para las visitas". Además de para las visitas, en aquel comedor mi padre hacía las cuentas de la tienda con mi tío Eduardo, una vez al mes, y entonces había una ráfaga de aire frío en invierno que traspasaba toda la casa cuando se abría la puerta, por lo que las "cuentas", asociadas a aquella desventura polar, siguió siendo un territorio ignoto y muy poco atractivo durante muchos años. Pues bien, el señor Juan llegaba en nochebuena con su cajita...