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Mostrando entradas de diciembre, 2019

¿Helados, o "calentitos"?

El señor Juan era un personaje que aparecía en mi casa de la calle Baltasar Bachero, en Madrid, sólo el día de nochebuena. Venía con su traje, creo que gris, y una cajita de pastas que mi madre siempre decía, al recibirlas, "No tenía que haberse molestado", y nos sentábamos a cenar en el comedor, todos muy formales.  El comedor era una habitación de 10 o 12 metros cuadrados en una casa de 60 donde vivíamos 8 personas, y era un lugar frío, con la puerta siempre cerrada, que debía reservarse perfecto porque era "para las visitas". Además de para las visitas, en aquel comedor mi padre hacía las cuentas de la tienda con mi tío Eduardo, una vez al mes, y entonces había una ráfaga de aire frío en invierno que traspasaba toda la casa cuando se abría la puerta, por lo que las "cuentas", asociadas a aquella desventura polar, siguió siendo un territorio ignoto y muy poco atractivo durante muchos años. Pues bien, el señor Juan llegaba en nochebuena con su cajita...

Navidad, dulce navidad

Hoy he visto un conejo en mi jardín. Paseaba dando saltitos por el césped de la piscina, intentando comer la hierba artificial y mirando después de cada intento al tendido, antes de dar otro saltito y seguir avanzando.  He llamado a Salva para que lo viera y no me llamara loca, y me he abalanzado sobre el móvil para sacarle una foto, pero era tarde: el conejo ya no está, como en el juego infantil. Y recordando el juego infantil (El conejo no está aquí/, se ha marchado esta mañana / a la hora de dormir./ ¡Pum!, ya está aquí), he saltado, como el conejo, a la cabrita de Pedro, el amigo de Heidi, que también triscaba, y de Heidi a Mujercitas, que también era historia obligada en Navidad, y ahí ya me han envuelto las fiestas y he decidido que no, que todavía no voy a agobiarme con qué adornos pongo este año.  Porque a los niños pequeños les gustan los adornos y los lazos y las bolas de colores y tendremos niños pequeños en casa en alguna comida, pero las vacaciones en las que...

Sesión continua

Alguna vez he dicho que el colmo de mi felicidad sería vivir en el mismo edificio que un cine. Pero no un cine cualquiera: un cine de barrio, de los de sesión continua. Ya sé que llevo muy pocas entradas en este blog y que la primera -o la segunda, ya no recuerdo- también hablo de cine, pero no  lo puedo remediar: las pelis y las novelas son mis ventanas hacia otros mundos igual de misteriosos que éste. Tampoco penséis que éste es más fácil, más lógico o más infeliz. Pero la aventura es la aventura, y la aventura da la felicidad; sólo hay que quitarle la a del principio: ventura. Y mi reciente ventura ha sido descubrir un canal de televisión -sí, televisión- que "da" pelis casi todo el día, pero pelis bonitas. Nos hemos acostumbrado tanto al modelo de cine  con sagas de tres, cuatro y cinco secuelas, precuelas y todo tipo de apéndices, que tenemos que hacer un esfuerzo para recordar que todavía existe el otro cine, el que cuenta historias. Ese que da golpes que no son ma...