Navidad, dulce navidad

Hoy he visto un conejo en mi jardín. Paseaba dando saltitos por el césped de la piscina, intentando comer la hierba artificial y mirando después de cada intento al tendido, antes de dar otro saltito y seguir avanzando. 

He llamado a Salva para que lo viera y no me llamara loca, y me he abalanzado sobre el móvil para sacarle una foto, pero era tarde: el conejo ya no está, como en el juego infantil. Y recordando el juego infantil (El conejo no está aquí/, se ha marchado esta mañana / a la hora de dormir./ ¡Pum!, ya está aquí), he saltado, como el conejo, a la cabrita de Pedro, el amigo de Heidi, que también triscaba, y de Heidi a Mujercitas, que también era historia obligada en Navidad, y ahí ya me han envuelto las fiestas y he decidido que no, que todavía no voy a agobiarme con qué adornos pongo este año. 

Porque a los niños pequeños les gustan los adornos y los lazos y las bolas de colores y tendremos niños pequeños en casa en alguna comida, pero las vacaciones en las que mi hija y yo comprábamos figuritas para colorearlas juntas y colgarlas en el árbol, o armábamos maquetas de casitas y pintábamos bolas con purpurina de colores ya se pasaron. 

Y escoger en la tienda las figuras del belén para luego darles una capa de dorado y pintar encima, racaneando mucho en la pintura para que se viera debajo el dorado de la base; y colocar en la barandilla de la terraza nuestro Rudolf con sus bombillas de colores, hasta que fueron muriendo una a una, navidad tras navidad, y lo dejamos descansar; y, mientras el abeto del jardín no creció demasiado, colgar las bolas rojas y doradas y el espumillón, hasta que las bolas se destiñeron con la nieve o se las comió nuestro perro y sólo quedaron el espumillón y las figuritas pintadas, más difíciles de romper.

Así que, pensándolo bien, he cogido la novela que tengo a medias, me he instalado en mi sillón favorito -desde el que veo el jardín del vecino-, he colocado con mucho cuidado la novela sin abrir en mi regazo y voy a dedicarme a pensar en nada los próximos cincuenta minutos, hasta que llegue la hora de "ir haciendo" la comida.

Me voy al sillón, besos a todos.

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