Una vida larga y feliz
Salvador no ha muerto viejo. Porque una vida larga o corta no creo que se mida por los años, sino por el aburrimiento, la soledad, la tristeza o la felicidad y las experiencias. Y de eso su vida ha estado llena, no porque lo diga yo, que también, sino por su personalidad. Porque el tanatorio, ahora que ha muerto, era casi el metro en hora punta: Compañeros de su último trabajo -y se jubiló hace siete años-, amigos del colegio y de su barrio de juventud (que quizá algunos hayan venido a acompañar a la familia), amigos de nuestra urba, pero que hacía diez y quince años que se habían ido y seguían queriéndole... Como le han dicho a mi hija sus amigas: La gente buena se rodea de gente buena.
Pero es que, además de inteligente (muy inteligente, siempre quise encontrar a alguien más inteligente que yo, y lo encontré) y bueno, era divertido. Y original. Que no es lo mismo. Porque no contaba anécdotas divertidas, era mejor: Se las inventaba, y te obligaba a protagonizarlas con él. Y no pretendía ser original, lo era sin pretenderlo. Y es lo que más recuerdo.
Recuerdo una vez, en El Cairo, que era tan barato que fuimos a cenar a la terraza de un hotel de superlujo desde donde se veía toda la ciudad. Y, como en los hoteles de las pelis americanas de los años cincuenta, el restaurante tenía un pianista y una pequeña pista de baile entre las mesas de la cena. Así que nos sentamos, pedimos la cena, y veo que Salvador se levanta, se va a hablar con el pianista y comienza a sonar una de nuestras canciones preferidas. Me saca a bailar -nosotros frente al mundo- y, cuando acaba la pieza, la traca final: Me da una vuelta, ¡y se arrodilla!. Escena Ginger Rogers y Fred Astaire total, con todas las mesas aplaudiendo como locos y yo sin saber si saludar como en las películas o hacerme la loca y sentarnos a cenar.
Siguiente capítulo: En nuestra segunda o tercera cita, quedamos para tomar un café en el Palace. Yo vivía cerca, me encantaba su preciosa cúpula de cristal y no era prohibitivo tomar un café (o una cerveza). Así que quedamos, y empieza con uno de sus temas favoritos: echar las cartas. Pero, como no había cartas, me "echó" las almendras del aperitivo. Y ahí llegó la gracia. Porque lo que contaba después era que, como me había vaticinado que me iba a casar y yo no tenía visos de cumplir su predicción, se tuvo que casar conmigo para no destrozar su prestigio de vidente.
Y traca final por cerrar esto, porque las historias son muchas más: Otra de nuestras primeras citas. En aquella época -y como queda ya tan lejos no es necesario sacar a relucir una falsa modestia- yo tenía bastantes pretendientes y un novio no oficial. Pero llegó Salvador, y, como le dije a una compañera de trabajo, Yo tenía un novio, pero conocí a mi marido y lo dejé plantado, por una razón creo que suficiente: Hizo algo diferente. Porque, en lugar de intentar ligar al uso, ¡me llevó a jugar a los dardos! Así que pensé que aquel señor, que ni siquiera era pretendiente aún, me podía divertir toda la vida. Y lo hizo. Divertirme, asombrarme, ser ingenioso, dejando lo que estuviéramos haciendo en cada momento para ponernos a bailar en casa cuando sonaba alguna canción especial en el CD o engañándome para probarme un visón diciendo "es para Marta, y es falso" cuando era para mí y era auténtico.
Así que creo que, en este caso, se cumple lo que dice Agatha Christie: Cada vida, sea corta o larga, es un ciclo completo. En unos casos hay más tiempo y en otros menos, pero cada una es un círculo perfecto, y en él se cumple todo. Salvador ha muerto cuando él quiso irse, y quiso irse cuando supo que ya había hecho su papel y dejado un mundo mejor de amigos, familia y ejemplo. Una vida larga y feliz. Hay que despedirlo sin tristeza.
Y ahora me voy a ver Downton Abbey desde el primer capítulo de la primera temporada, a atiborrarme de glamour, praderas inmensas y señores estupendos que no tienen que trabajar, a ver si así no suelto el moco, que Salvador no se lo merece.
Te queremos, Isabel.
ResponderEliminarComo le queríamos a él, los que le conocimos tanto.
Y a "su niña", a nuestra Leonor a la que casi hemos visto nacer, la queremos también. A ese apelativo, dile que añada ahora que es "nuestra niña" también.
Os queremos!!
Soy Curro. El comentario anterior es mio. Salvador no llegó a enseñarme bien como firmar aquí!!!
ResponderEliminarbueno, a mí tampoco
EliminarCuñada, en todo de acuerdo. Original y genial. Aunque se quiso ir (incluso en vida) demasiado pronto.
ResponderEliminarTendremos que bailar con él en el otro mundo.
:)
Que belleza de declaración de amor….
ResponderEliminarDice una canción que descubrí hace poco: “ La gente buena no se entierra, se siembra”…y sin duda, dejó muchas semillas para sembrar…solo hay que leerte…
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