Sesión continua

Alguna vez he dicho que el colmo de mi felicidad sería vivir en el mismo edificio que un cine. Pero no un cine cualquiera: un cine de barrio, de los de sesión continua.

Ya sé que llevo muy pocas entradas en este blog y que la primera -o la segunda, ya no recuerdo- también hablo de cine, pero no  lo puedo remediar: las pelis y las novelas son mis ventanas hacia otros mundos igual de misteriosos que éste. Tampoco penséis que éste es más fácil, más lógico o más infeliz. Pero la aventura es la aventura, y la aventura da la felicidad; sólo hay que quitarle la a del principio: ventura.

Y mi reciente ventura ha sido descubrir un canal de televisión -sí, televisión- que "da" pelis casi todo el día, pero pelis bonitas. Nos hemos acostumbrado tanto al modelo de cine  con sagas de tres, cuatro y cinco secuelas, precuelas y todo tipo de apéndices, que tenemos que hacer un esfuerzo para recordar que todavía existe el otro cine, el que cuenta historias. Ese que da golpes que no son mamporros y nos hace vivir; que unas veces nos deja pensativos y otras alegres, o tristes, o nos caemos de la moto de golpe porque "se ha terminado". Sin estridencias, claro está. Y la mayoría de las veces, sin grandes mensajes, o sin ningún mensaje: Sólo un ratito de otra vida, parecida a la nuestra, pero que no lo es.

Así que ahora, por las tardes, cuando fuera es de noche y sopla el viento aquí en la sierra de Madrid, cojo el mando de la tele, busco BOM con el café (más a menudo con la cerveza), y me preparo para una sesión doble de cine. Y me siento en mi butaca del Pavón, del Monumental, Olimpia, Progreso, Doré, todos los cines de barrio que ya no están, con una pierna subida al asiento y la otra colgando, como solía, y estoy otra vez en Lavapiés, con mis primas, los domingos de invierno, viendo horribles películas de amor, o de patriotas, o de vete tú a saber, con un "Descanso" entre las dos pelis en las que salías al baño, veías una cola inmensa y decidías que era más fácil ver la segunda parte de la sesión y llegar a casa sin hacerte el pis encima, que esperar la cola y llegar a tiempo de ver empezar la segunda peli del programa.

Y después me veo en los Alphaville, Bellas Artes, Azul, y ya no es doble sesión, ya son pelis a menudo subtituladas, pero siguen siendo historias cotidianas, y ya no subo una pierna al asiento, y la sesión es más corta, y en el descanso no se descansa de nada, porque la peli no ha empezado. Pero hay que alargar la sesión, así que se inventan los cortos, y algunos son maravillosos (que alguien busque el del hada madrina o el de "Compre Helga" y sabrá de qué hablo), cortos de progres riéndonos de nosotros mismos, que es lo que realmente se nos da bien: la crítica y la autocrítica, vive y deja vivir, pero no vivas demasiado en serio. 

Y después, mucho después, llegan otra vez las pelis largas, y las series, los Señores de los Anillos y los Juegos de Tronos, y me veo otra vez ensimismada ante una pantalla, y mejor en el cine pero en casa ya no es tan malo porque las teles ya no son lo que eran y puedes -casi- hacerte la ilusión de que estás en un cine, con la realidad en penumbra y la historia ocupándolo todo, la pantalla, la sala, tu imaginación y tu alma, que quiere vivir mil vidas una y otra vez, mientras duren las historias, los cines o el canal Bom de televisión.













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