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Mostrando entradas de febrero, 2020

Elefantes

Creo que fue Platón quien contó la fábula de los ciegos que se imaginaron al elefante según el lugar de su cuerpo que tocaban para explicar que la realidad es así, que todo depende de qué parte es la que tenemos al alcance de nuestra mano. La verdad es que hace tiempo que quiero contar una romántica historia de dos caras que tiene mucho que ver con esto del lado de la realidad en el que está cada uno, pero se me ha ido complicando, porque, cada vez que lo intento,  tengo más historias que contar que la vez anterior. Porque las distintas caras de una misma historia  han dado mucho juego en literatura, por ejemplo, hasta crear un género propio, la novela circular; y sin los diferentes modos de ver lo mismo no existirían el racismo, la xenofobia, las guerras... Claro que todavía tendríamos que lidiar con las pandemias, el hambre y la muerte, que se me ocurra así a bote pronto; y ya sé que no es poco, pero el mundo sería distinto. Total, que yo tenía una historia y ahora tengo...

Una especie a extinguir

          Subí por primera vez a Barcelona a finales de los años setenta, a casa de la hermana de una amiga que me alojó con ella, en el barrio gótico, durante quince días perfectos. La hermana de mi amiga tenía un piso pequeño al que no hacía mucho caso, pero donde guardaba algún que otro tesoro, aunque no eran tesoros al uso, sino suyos propios, que, para mi gran ¿suerte? ¿felicidad? no sé cómo llamarlo, coincidían con mis propios tesoros: Libros.            Los tenía dentro de un aparador, y, en cuanto comencé a hojearlos descubrí que los títulos y los autores me eran desconocidos (¡Qué maravilla!): Tenía un filón que explorar, y quince días para hacerlo. Así que, entre Parque Güell y Sagrada Familia por la mañana y ginebras con limón en el Ensanche escuchando jazz en vivo a las 20 p.m., en la hora de la siesta me sentaba en el salón de aquella casa de muñecas y me empapaba, una página tras otra, del simple arte de m...

Caos

Cuando inicié este blog, lo único que me interesaba era hablar; o escribir, es lo mismo. Pero no tenía muy claro de qué, aunque sí tenía la vaga sospecha de que cansarme, lo que se dice cansarme, no iba a ser un problema; es decir, iba a tener blog para rato. Pero me costó. No estaba yo para muchas florituras, así que arranqué poco a poco, y sólo me ponía delante del ordenador cuando un tema me atropellaba. Pero el vicio es el vicio, y el de hablar es uno de los peores: Al principio sólo hablas, pero en seguida pretendes que te escuchen, y los oyentes -reales o imaginarios- retroalimentan la necesidad de hablar, porque ya no lo necesitas tú, sino que lo "necesitan" tus oyentes, que están esperando tu opinión sobre los temas más peregrinos. Así que he ido acelerando y, cuando me he dado cuenta, estaba pergeñando nuevos temas para desarrollar en nuevas entradas del blog, siguiendo el consejo que me dio mi prima C..., hace muchos años, un día que hablábamos del colegio y lo...