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Mostrando entradas de junio, 2022

De profesión, Sus labores

              Esta mañana he visto por la tele que el paro ha bajado a menos de tres millones en el mes de mayo, que parece que es un hito que no se consigue desde dos mil ocho, aunque yo, que ya soy talludita, recuerdo el terror con que se decía en 1985 (¿o fue 86?) eso de "El paro ha llegado a los 3 millones". Otros tiempos, menos población activa, nada que ver. Pero la sensación de terror de entonces asociada al dato se da de tortas con la sensación de éxito asociada al mismo dato que se tiene ahora (y con razón es un éxito ahora, conste).         Esto me ha llevado a pensar, no en lo relativas que son las cosas, que ya se ha hablado mucho del tema, pero sí en algo que he vivido, que me ha dado de lleno y ha condicionado mi vida y la de muchas mujeres de mi generación: La práctica imposibilidad de que las mujeres trabajaran.  Porque esto, tan obvio pero que se olvida a menudo, explica mucho este paro estructural qu...

El barrio

         Ayer comí con mi hija en Madrid.  Quedamos en el foro para ir a eventos, o simplemente para vernos de vez en cuando, y ayer fue uno de esos días. Y, casualmente, esta vez el restaurante estaba al lado de un comedor social al que yo había asignado muchos usuarios en mi etapa de la Comunidad de Madrid dedicada a los servicios sociales. Y, de unas cosas a otras, acabamos comentando que yo tenía un bar de referencia en mi calle de Lavapiés -ya sé que ahora está de moda, pero yo nací y viví allí durante cuarenta años, y, como soy gafe, sólo se puso de moda unos añitos después de haberme ido- : El Barbieri. Y ella me comentó que sólo tenía una frutería de referencia -muy importante, es vegetariana- en su nuevo barrio, la Prospe. La cosa se quedó así, hasta que, horas después, recordé que yo también tuve una frutería de referencia: La de mi amigo Abraham y su mujer, Carmen, en el mercado de Antón Martín.           Cuando te v...

El clavo

            Hace unos días me compré unas merceditas. Merceditas, bonito nombre que usa mi vecino Jesús para nombrar unos zapatitos que en mi familia siempre se han llamado manoletinas y Salvatore Adamo bailarinas, en su famosa balada " Quiero ", que tanto escuché en los veranos de mi adolescencia.          Bueno, pues me compré unas merceditas maravillosas, cómodas, blanditas y con un poco de cuña, lo justo para que mi puente altísimo no sufra (Puente: arco del pie que, cuando es demasiado alto o demasiado bajo, genera unos dolores insoportables  en forma de aguja que se clava en el centro de la planta del pie  que no dejan caminar). Y no, tampoco tenían clavo. Hace mucho que mis zapatos no tienen clavo.          Porque hubo unos años -cerca de treinta, ahora que lo pienso- en los que, antes de comprarme unos zapatos, pasaba el dedo por la superficie de su talón para comprobar que no había ni...