De profesión, Sus labores

          Esta mañana he visto por la tele que el paro ha bajado a menos de tres millones en el mes de mayo, que parece que es un hito que no se consigue desde dos mil ocho, aunque yo, que ya soy talludita, recuerdo el terror con que se decía en 1985 (¿o fue 86?) eso de "El paro ha llegado a los 3 millones". Otros tiempos, menos población activa, nada que ver. Pero la sensación de terror de entonces asociada al dato se da de tortas con la sensación de éxito asociada al mismo dato que se tiene ahora (y con razón es un éxito ahora, conste).

        Esto me ha llevado a pensar, no en lo relativas que son las cosas, que ya se ha hablado mucho del tema, pero sí en algo que he vivido, que me ha dado de lleno y ha condicionado mi vida y la de muchas mujeres de mi generación: La práctica imposibilidad de que las mujeres trabajaran. Porque esto, tan obvio pero que se olvida a menudo, explica mucho este paro estructural que hay en España, que parece que tiene el tope en los tres millones de parados y que tiene que ver, dicen los expertos, con la estructura empresarial, industrial y macroeconómica de España. Pero, tanta feminista como hay ahora, yo no sé por qué nunca he oído un argumento lógico, evidente y de mucho bulto -porque hay muchas personas en ese colectivo- que explica, en parte al menos, ese número de parados tan histórico. 

        Y sin querer hablar de hechos y de leyes de la época, voy a contar cómo se vivía entre mis compañeros del banco y yo; los jóvenes y los no tan jóvenes. Porque en esa parte de la historia en la que todavía existía en el DNI el apartado de "profesión", y solía ser, en el caso de las mujeres, "Sus labores", me harté de oír a mis compañeros de trabajo (ojo, trabajo ganado en una oposición, y en una oposición a un banco tenías que demostrar algo) comentarios del tipo ¿Y no te da vergüenza estar quitando el puesto de trabajo a un padre de familia?; confesiones "Yo aprobé la oposición a los 16 años, pero mi padre no quiso dar el permiso para que pudiese trabajar, perdí la plaza y tuve que esperar hasta los 21 para volver a presentarme y aprobar de nuevo"; cabreos varios "Ayer me llamaron al despacho y me dijeron que retirara mi solicitud a la jefatura porque ya sabían que yo valía mucho pero tenía que esperar, primero tenían que hacer jefe a mi marido para preservar la paz familiar" (1973-1982).

          Y mi caso, que, esta vez, tiene una estadística. Una vez, supongo que para terminar de convencerme de que aquello no me gustaba ni por activa, ni por pasiva, ni por perifrástica, me presenté a unas oposiciones a jefe intermedio del banco en el que trabajaba, sin decir que era empleada. Turno libre, nivel de estudios superior, sin temario previo: "Cultura general universitaria" era toda la orientación que se daba sobre el tipo de examen. Después de una larguísima mañana de pruebas, pasé a una entrevista personal para la que ya sólo quedábamos unos treinta, si había contado bien. Quince plazas. Parecía fácil, excepto por el hecho de que, antes del primer examen, había visto que la mayoría de cabezas -mayoría muy muy mayoritaria, yo diría que siete u ocho de cada diez- éramos mujeres, y ahora éramos cinco las mujeres que esperábamos para la entrevista. Así que ya entré sabiendo el resultado, que no me callé, y entonces saltó la estadística: "No puede usted quejarse, señorita, porque el porcentaje de mujeres que trabajan en banca es del 12% y en este banco es del 16%. Así que menos ofendida y menos humos" Cita del presidente del tribunal, uno de los jefazos de la central de Bilbao que había venido sólo para esa tarea. La psicóloga que habían traído, también de Bilbao, no se había enterado de nada y sólo se le ocurrió abrir mucho los ojos cuando salió el tema y decir por lo bajini ¡Es verdad!.

        Luego me enteré de que sí que habían seleccionado a tres mujeres: Las tres licenciadas en Deusto y, una de ellas, "sobrina de". 

        Y después de tanto ejemplo, las estadísticas dicen que en 1978 el empleo femenino era del 27% y prácticamente todo de mujeres solteras. Y digo yo que si la sociedad española ha ido absorbiendo a la población trabajadora femenina que se ha ido incorporando desde entonces, algo habrá tenido que ver también esta incorporación en las cifras del paro, ya que, al margen de que también haya habido crisis de empleo muy graves, que las ha habido, crear puestos de trabajo de la nada para la mitad de la población es un trabajo de titanes. Y lo hemos hecho. Desde el "Colócame a la niña hasta que se case" de los años setenta hasta hoy se ha recorrido un camino: Las mujeres trabajadoras ya son solteras, casadas, viudas y monjas, como decía la canción infantil. 





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