Lo que nos define
Estoy delante del ordenador con dos tubitos en mi nariz regalo de la sanidad pública justamente para mi sesenta y ocho cumpleaños, y la verdad es que, después de poco más de un mes, me siento cómoda con ellos. Y no es porque no haya pasado por las etapas, que -supongo- ya estarán estudiadas, de un shock ante una enfermedad ¿grave?: La incredulidad -le discutí a la médica por qué yo, que estaba estupenda, tenía que soportar aquella condena (dicho en poético, por qué tenía que estar amarrada al duro banco de la galera turquesca, Góngora dixit). La depresión: Salí con la lagrimita cayéndome, antes de que la viera mi marido -que no había podido entrar a la consulta- pensando que mi pobre hija iba a quedarse huerfanita demasiado joven (ni un pensamiento a mí o a mi marido, todo hay que decirlo). La adaptación, que fue la más interesante, con flashes de mi boda, de mis lecturas románticas de novelas medievales, de mi infancia con mi primer tocadi...