Paguitas? Personas? Cómo lo llamas tú?

         Ayer vino "la niña" a pasar el finde, y nos pusimos a hablar de cómo iba su trabajo -que es investigación en Ciencias Sociales- : Ahora, en vivo y en directo, están ultimando un informe sobre los perceptores del Ingreso Mínimo Vital. Y nos enzarzamos a comentar cuestiones varias que, a falta de otro foro -que ni falta que hace, porque estoy muy contenta con éste-, me desahogo aquí. Porque hay mucha tela que cortar.

        Pero no voy a la teoría. Ni siquiera a la práctica del trabajo, que ya lo estarán haciendo. Lo que me ha removido la memoria (y la conciencia) son los temas morales y humanos del asunto. Porque no es una cuestión de poder vivir, que también, sino, como han apuntado algunos de los que han hablado sobre el asunto, es una cuestión de dignidad. De no perder la condición de personas. De preservar el espíritu. Y, como no quiero hacer discursos, simplemente contaré lo que viví.

        Cuando estaba en el Centro Base de Minusválidos había mucha gente que solicitaba la minusvalía para acceder a la pensión no contributiva. Eran los años del SIDA, cuando la Seguridad Social ya había normalizado el tú entras en un programa de metadona y yo te meto en el del VIH, así que por allí aparecían muchas personas solicitando la minusvalía y la pensión, todo a la vez. Y desde la solicitud ya se podía cribar una primera diferencia entre los que tenían una familia apoyando y lo que no; porque "los que no" tenían cierta mirada de vigilancia, o de susto, aunque no quiero ser tan soberbia como para pensar que los tenía localizados a todos. Pero algunos llevaban escrito en la cara "te desafío, cuídate de mí", igual que a otros se les veía relajados y se permitían agradecer cuando les tratabas con respeto.

        Y así las cosas, comenzabas a tramitarles las solicitudes. Y, para decir la verdad, parecía que aquello estaba hecho a propósito para dar trabajo a los trabajadores sociales, porque era imposible que aquel terrible papeleo lo pudiera hacer una persona normal; casí que no me sentía capaz de llevarlo a buen término yo, que era funcionaria y me lo sabía. Así que pasaban los meses, y los mismos seguían llevando papeles, cada vez con una cartita de requerimiento distinta -aunque, afortunadamente, también más corta-. Y aquello duraba cuatro, cinco, seis meses. 

        Pero entre aquella marabunta hubo una persona que me tocó el corazón: Era un hombre muy alto, muy cachas (en su época, no cuando era una piltrafa), que todavía imponía respeto por su físico; y, por eso mismo, su médico le había sometido a un severo control de hipotéticos "brotes" de esquizofrenia, porque la esquizofrenia es el acompañante habitual de los cerebros hechos papilla por la heroína. Resultado: Cuando aparecía por el Centro Base, parecía que se iba a desmadejar y quedarse en el suelo dormido sin previo aviso. Tan grogui iba, que ni yo, que hablaba con las piedras, me atrevía a dirigirle la palabra, no fuera que por culpa de aquellos segundos de conversación se le acabaran las energías y terminara en el suelo. Y así pasaron los meses, él llevando cada vez un documento (padrón, vida laboral, certificado bancario, certificado de Hacienda, de Seguridad Social, del Sursum Corda...) y yo muda, asustada, saliéndome a la cara la lástima y bajando la cabeza para que no me pillara y se sintiera humillado. 

        Hasta que por fin, un feliz día, apareció repeinado, limpito, con su traje y su colonia, la cabeza alta y un solo documento -el último-, junto con la cartita de requerimiento. El último, por fin! Y aquella inmediatez, aquel terminar la tortura y la humillación y, probablemente, el oír frases del estilo "a ver cuándo no vas a estar a la sopa boba", o "estás aquí de caridad", o "nadie te va a echar en falta el día que no estés", le habían devuelto la dignidad que había perdido, y era otro,. Porque la dignidad tiene mucho que ver con la independencia, y en esta sociedad la independencia es, primero de todo, independencia económica. Así que me dirigí a él por primera vez en todos aquellos meses para darle la enhorabuena -llamándolo de usted, se lo merecía-. Y me dirigió una mirada llena de orgullo para darme las gracias, porque sabía como yo que aquello había sido una heroicidad, que se lo merecía -la pensión y la enhorabuena- y que, por fin, había recuperado su estatus de ser humano.

        Podría hacer esto mucho más largo, porque realmente un grano no hace granero, como dice el refrán, pero el refrán sigue, y doy fe de que vi muchos más granos que ayudaban al compañero y sí que hacían granero en Vallecas, en Chamberí, en Lavapiés y en tantos otros lugares donde he vivido o trabajado, porque los barrios "populares" (que es la manera fina de decir pobres) están llenos de ejemplos 

        Y todo esto para decir qué? Pues que me alegro y estoy orgullosa de que mi hija haya elegido mi mismo camino -yo con la política, ella con la investigación- de intentar que el mundo sea un lugar mejor. Porque  creo que las dos compartimos la frase que dice Woody Allen, creo que en Sueños de seductor: No puedo ser feliz si la gente que tengo cerca no es feliz también.

        Visto lo visto sobre ese señor, parece que la frasecita no tiene mucho que ver con su vida real, pero sigue definiendo mi manera de vivir. Y espero que la de mi hija.


Comentarios

  1. Ay de aquellos tiempos en los que la sociedad del miedo y la ignorancia identificaba con un. Punto rojo en la esquina de las carpetas de expedientes de enfermos en sanidad o peticionarios de sus derechos Servicios Sociales el estigma de la enfermedad innombrable… como
    En su día los nazis identificaban con una estrella en la ropa a los judíos….
    La historia que se repite, la del marcado del estigma , demuestra que el ser humano es reacio a aprender…

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  2. Sí que fue terrible, sobre todo desde la ignorancia y el miedo. Recuerdo una funcionaria que sin ningún apoyo normativo ni jurídico denegó algo a una enferma de VHI sólo por serlo. Aquella situación concreta terminó bien, pero cuántas habrá habido parecidas o iguales. Los errores están para aprender lo que no debe hacerse.

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