Edadismo
Me encantó aquel médico mayor que, hace algunos años, dijo una frase que creo que muchos "de mi quinta" hemos hecho nuestra: Somos viejos, no idiotas. Igual dijo Somos mayores en lugar de Somos viejos, pero yo prefiero darle mayor dramatismo y llamarnos viejos, porque lo somos. Y en una manifestación, también de viejos, me quedé babeando de admiración ante una señora estupenda, perfectamente arreglada y vieja, que, en dos palabras, contó que ella se había jubilado con un alto cargo de dirección, como tanta otra gente, y que no le parecía de recibo que tratasen a los jubilados como analfabetos funcionales sólo por la edad.
Y ahora me ha tocado vivirlo. Porque me jubilé no hace mucho (pero sí hace mucho; cinco años hizo hace un mes, sí que se pierde la noción del tiempo), pero hasta ahora nadie me había tomado por una "dulce ancianita". Entre otras cosas, porque de dulce no tengo nada, y de ancianita, aunque no me tiño las canas, arrugá, lo que se dice arrugá, todavía no estoy. Eso sí, hace mucho que me ceden el asiento en el metro.
Pero a lo que iba: Hace un par de días dieron de alta a Salva en un hospital de cuyo nombre no quiero acordarme, y casi nada más llegar a casa tuve que llamar al uno-uno-dos. Vinieron en un tiempo prudencial, y ahí empezó mi asombro. Porque me trataron como si tuviera ochenta años mal llevados y fuera una frágil, pero muy frágil, e indefensa ancianita. Claro es que Salva se cayó y no lo pude levantar cuando les llamé; y que, si le hubiera ocurrido alguna descompensación de la insulina o cualquier otro imprevisto no hubiera sabido qué hacer, pero ése no se el tema. Porque no poder levantarlo (pesa más que yo, naturalmente) y no saber qué hacer en otros casos también me hubiera ocurrido si hubiera tenido treinta o cuarenta años. Y a los veinte ya no digamos, porque no hubiera dado pie con bola a poco que se hubieran puesto las cosas complicadas, que siempre se pueden poner con la salud.
Así que me encontré con un médico borde, ése sí, y unos enfermeros y conductor de UVI móvil la mar de atentos y compasivos: Que si vivíamos solos, que si no teníamos hijos que nos atendieran, allí aislados en medio de la nada, que si estábamos indefensos ante la cruel vida y los crueles años que nos acechaban víctimas de la mala salud propia de los vejestorios, sin apoyos ni red de seguridad.
Y no sé qué habrían visto en su trabajo diario, que es donde más se aprende, pero me da que tenían una idea preconcebida de lo que es ser viejo. Y no. Porque los viejos hemos tenido toda la vida para aprender; y también hemos tenido toda la vida para ahorrar, y para conocer nuestro lugar en el mundo, y para saber de una ojeada a quién tenemos enfrente... Mi caso, sin ir más lejos: Soy capaz de manipular al lucero del alba si hace falta gracias a mi madre, que vendía hielo a un esquimal; soy simpática, empática y lo que haga falta por mi padre, que no tenía un solo enemigo en el mundo; soy capaz de marcarme faroles y aguantar el tirón con chulos de todo tipo gracias a mi hermano, que me ha enseñado todo lo que sé del universo macarra tan extendido hoy día. Y, si es necesario, también sé mandar, y organizar. Y eso no quiere decir que haya tenido más o menos éxito en la vida; sólo constato que no debería dar lástima a esos profesionales que se encuentran con la gente en un momento de vulnerabilidad y ponen su mejor voluntad en animar y ser empáticos, pero que creo que, a veces, ponen el foco en los que no lo necesitamos -por rutina o porque están convencidos de que algunos colectivos somos vulnerables "per se"-. Y sí que hay gente que lo necesita: Gente demasiado joven que se sienten sobrepasados, inmigrantes que no saben qué hacer, madres solas que no pueden con lo que se les viene encima, niños o adolescentes que se tienen que hacer cargo de los problemas de sus padres... En fin.
No es una protesta por el trato recibido, que fue más de lo que necesitaba. Y muy agradecida a personas tan entregadas a su trabajo: Es una llamada de atención sobre los estereotipos: Porque las personas son las que necesitan ayuda, una por una, no los grupos, ni de edad, ni de género, ni de dinero. Hay gente competente y gente que no lo tiene fácil en todos los grupos y situaciones. Vamos a dejar los estereotipos y a observar un poquito. Porque nuestras buenas intenciones tienen que tener una utilidad, o gastaremos energías y empatía a lo tonto.
Y nuestras energías y pensamientos deben servir para cambiar el mundo. Si no, ¿para qué molestarnos?
Todos somos fuertes o débiles en diferentes momentos y podemos pasar de una situación a otra con facilidad
ResponderEliminar