Un Espasa para el recuerdo
Al poco tiempo de conocer a Salva, como se dio cuenta de que yo no era muy partidaria de casarme (y es que era muy inteligente), me sorprendió pidiéndome tener un hijo con él. Me pilló tan con el pie cambiado, que le di un tonto "bueno", como el que dice "lo que tú digas", y a partir de ahí, y también a lo tonto por mi parte, empezamos a planear la boda.
Y planeando, planeando, hete aquí que me planteó otra originalidad: Nadie se podía casar sin tener un Espasa y un cuchillo del pan en su nuevo hogar. Y, atontada yo como estaba con tantas iniciativas inéditas, me encontré con un precioso diccionario Espasa, encuadernado en piel y que había costado un congo (para los que no sepan lo que es un congo, es un huevo y la mitad del otro) y un cuchillo del pan, comme il faut. El resto de condicionantes de nuestra vida en común -una casa en obras, sin calefacción ni agua caliente (Salva no quiso retrasar la boda por un detalle tan nimio), un padre -el mío- que entraba y salía de los hospitales como el que bebía un vaso de agua, un trabajo nuevo -el mío también- en el que iba a pedir las vacaciones por matrimonio nada más empezar- era peccata minuta. Lo importante era casarse bien.
Y nos casamos. Y el Espasa se fue con nosotros, al cabo del tiempo, a nuestra nueva casa. Y nos vino muy bien, cuando jugábamos al Trivial con nuestros amigos, para buscar, cuando nos picábamos Rafa y yo. Porque el Espasa siempre fue neutral: Daba la razón al que la tenía, que, para no hacer sangre, cada vez era uno. Bien por el Espasa!
Pero como todo cambia, cuando Salva ha muerto (no me gusta decir se ha ido, me sentaría muy mal que se hubiera ido voluntariamente), le he dado una vuelta a mi vida y tengo unas nuevas compañeras de piso, con lo que se ha removido todo. Tenía que removerse igualmente porque había que ver lo que había que tirar/regalar/conservar/ de las cosas de Salva, y yo necesitaba -y necesito- hacerlo cuanto antes. Mi carácter me dice que lo material se debe resolver cuanto antes para no tener que estar colgado de una obligación pospuesta o hecha a medias. Y sobre esto tengo varios ejemplos:
El primero, mi cuñada Ana. Mi cuñada Ana ha vivido con un pie en Usa y otro en España muchos años, y yo la he visto ir y venir, levantar casas, dejar muebles de familia, despedir recuerdos y decir -de cara a la galería, supongo-, "Sólo es una casa".
El segundo, una novela. Pero no es una novela cualquiera, porque, ya de entrada, se titula Las cosas (Georges Perec). Trata de una pareja que viaja mucho, que son "progres", signifique lo que signifique (si no recuerdo mal, porque hace mucho tiempo que la leí). Pero lo importante es que el autor, con su modo de novelar, nos insinúa que la pareja son los objetos que lleva de una parte a otra. No son recuerdos, son ellos mismos. Son su vida. Pero no una vida en la que cada recuerdo simbolice una acción, un sentimiento, sino, literalmente, los objetos son su vida. No son nada, sino los objetos que llevan con ellos.
Así que, con el modelo de mi cuñada, que era una pauta clara, y con el recuerdo de esa novela, he tirado el Espasa. Porque no tengo sitio. Porque lo que antes se buscaba en los diccionarios ahora se busca en el móvil. Porque es espacio ocupado por el recuerdo, pero el recuerdo debe ocupar otro sitio en el corazón de cada uno.
Así que tocaba tirar el Espasa. Y ya está hecho. Sólo queda en mi recuerdo
Tu cuñada Ana aplaude que desaparezca el Espasa
ResponderEliminarHe leído tus cosas con Dalva, destellos de re euros en un hotel, con cena y baile y rodilla en tierra y en mis en que ti le veas… he leído pocas cosas tan hermosas y tan ajustadas a ese do ho pto no podría decirlo mejor”… me encanta, Isa….
ResponderEliminarComo ves ? Escribo deprisa y “de pena” por no pararme a corregir: Salva… alguien a quien describes de tal forma que, si. O le hubiera conocido, querría conocerle…!
ResponderEliminar