Mi cuñada Marta

        Hace algunos días mi cuñada Marta, en un intento heroico por sacarme de casa (reconozco que es casi imposible sacarme de casa últimamente) consiguió interesarme con un curso de flores. Aunque no exactamente de flores, sino de confeccionar centros de mesa que duren pero que no sean de plástico o de tela, sino de flores naturales tratadas para que se conserven. 

        Total, que voy al curso, toda contenta, con una idea preconcebida: el centro se podrá en algún lugar del salón que, como está pintado de gris, tendrá que ser verde y naranja, dos colores que van bien con el gris pero, a la vez, no hacen daño a la vista. Sólo dan un toque de color -por el naranja- pero algo sobrio, que no destaque demasiado.

        Y vamos al curso. Y yo toda contenta, con mis verdes y mis naranjas, mientras el resto de alumnas se vuelven un poco locas metiendo en sus jarrones todo tipo de ramas, hojas y colorines, que todos los jarrones parecían un arcoiris. Horrorosos. Pero claro, para eso estaba la profe. Y con un toque aquí y otro allá, algún consejillo y otro poco de mano izquierda, los horrores en colorines de mis compis se fueron convirtiendo en preciosos jarrones con estilo y ¡llenos de color!. 

       Entretanto, el mío seguía siendo bonito, elegante, sobrio ¡y sosísimo! Dos únicos colores, recordad. Y entonces me di cuenta. Llevo toda la vida así.

        Y recordé una conversación que tuve con mi amiga Mico sobre la boda de su hermana. Me contaba que Tere -se llama Tere- se implicó a fondo en tener una boda poco aparatosa; y tan discreta quería que fuera, que se hizo un vestido de novia que parecía una batita, así que tuvo que hacerse otro. Literal.

       Pues yo soy igual. Cuando nos fuimos a vivir a mi casa de Cerceda, hice una cortinas tan "discretas" para nuestro dormitorio, que tuve que hacer otras, porque aquello era tan soso que llegaba a ser feo. Y siempre lo mismo. Me cuesta no esconderme, quizás porque mi personalidad es llamativa y cuando abro la boca ya no me puedo esconder, así que procuro que no se me vea, al menos hasta que no la lío con esta bocaza que físicamente no es el buzón de correos de Julia Roberts, pero actúa como si lo fuera, porque en cuanto la abro ya todo el mundo me ha visto.

        Así que gracias, Marta, por hacerme poner otra vez el foco en algo que tenía olvidado, pero que no he cambiado aún. Y lo tengo que cambiar. Porque, por mucho que queramos paz y tranquilidad en nuestra casa y en nuestra vida, si no hay chispa tampoco hay nada. Había olvidado que he dejado a un lado la chispa durante demasiado tiempo. Me pondré a ello.

Comentarios

  1. Otro ejemplo (me sigue maravillando) del poder terapéutico y psicólogico de las plantas.

    ResponderEliminar
  2. Sintonizo totalmente contigo con la dualidad neutro/paz y gracia/chispa/ilusión

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Una vida larga y feliz

Dios está con nosotros

El que tiene un pueblo tiene un tesoro

Es la brecha digital, ¿estúpida?

El 8 de marzo y Cervantes

Qué asco, otra vez jamón!

A dónde va Europa

Cuando somos malas, somos malísimas

Lo que nos define

Algo más que flores