Mi verano inglés
Hace unos días me vi de un tirón los tres capítulos emitidos de La conquista de la democracia. Ya me había visto el primero, pero me trajo tantos recuerdos que decidí volver a verlo, y mejor en una secuencia que solito.
Pero me equivoqué. Porque lo que me había conmovido de verdad fue una canción, que, como suele pasar con los recuerdos, me trajo a la memoria todo los vivido en los años setenta, más que el resto de los capítulos, que, por muy bien hechos que estuvieran -y lo estaban.-, no tenían la carga emocional de la susodicha. Y lo que me hizo gracia, porque no me lo esperaba, es que, en los subtítulos, se documentaba que la cantaba Chicho Sánchez Ferlosio. De Chicho Sánchez Ferlosio me contó Arsenio Escolar, ahora muy conocido pero entonces un vecino más de la calle Argumosa, y, por ende, vecino mío, que, ingeniero y muy bien situado -hijo de Sánchez Mazas y hermano de Rafael-, se cansó de su vida burguesa, dejó a su estupenda mujer (por lo visto, guapa y profesional de éxito) y se fue a cantar canciones en latín de Agustín García Calvo por los colegios mayores, eso sí, con una jovencita que no aparentaba más de diecinueve en la película que se hizo sobre su vida, Mientras el cuerpo aguante.
Así que allí estaba yo, oyendo Gallo rojo, gallo negro, y cayéndoseme los lagrimones de nostalgia, y entre lagrimón y lagrimón recordé mi curso de inglés en Cuenca -inglés en Cuenca, cosas más raras se han visto- de algunos años después. Pero aquel curso de inglés, para ser realmente exótico, necesitaba darse en el Seminario -que se daba allí-; que me hubiera matriculado una monja -mi tía Florinda-, y que se alternara en el mismo seminario con un curso de español para alemanes -que se alternaba-. Y ahí estuvo la gracia. Porque yo, que era la alumna más vieja de inglés, ya que el resto eran un montón de jovencitas de la misma Cuenca que estudiaban en la escuela de Magisterio, única opción universitaria de la villa, como las más atrevida que era, en seguida ejercí de puente entre las chicas alemanas y las conquenses, y empezamos a chapurrear unas y otras, y, entre jerga y mímica, empezaron a preguntarnos por nuestra historia reciente, de la que las jovencitas de magisterio tampoco sabían gran cosa, y ahí me lucí yo hablando de primera mano de la transición, (porque casi no me gusta hablar), y acabé regalándoles, tan interesadas se las veía, una cinta de casette comprada en el Rastro con las canciones de la transición, -clandestinas, naturalmente-, y cantadas por Chicho Sánchez Ferlosio, Rosa León, Ana Belén... Y había que vernos, miestras duró aquel mes de agosto, el potpourri chicas de Cuenca estudiantes de magisterio aprendiendo inglés con estudiantes alemanas aprendiendo español con chica de Madrid que tenía una cinta de casette con La balada del Jarama, El quinto regimiento o Ay, Carmela.
Y entre abrazos y lloros, al final de curso, aquella cinta se fue a Alemania con aquellas chicas, y creo que hice patria, visto lo famosa que se hizo nuestra Transición por todo el mundo mundial como ejemplo de salida de una dictadura sin sangre ni rencores, aunque, como se ha visto después, el tema de la reconciliación no se acabó alli.
Pero esto ya es otra historia.
Comentarios
Publicar un comentario