Abrir la boca para dejar entrar el aire
Esta es la historia de mi boca abierta, aún abierta, y no sé por cuánto tiempo, porque no sé cuánto se tarda en asimilar las cosas importantes, teniendo en cuenta que las cosas importantes te llevan a tí a su realidad, y no al revés, y que hay infinitas realidades, como relata tan bien una de las novelas que quiero comentar (y empiezo por el medio, pero da igual; el caos también me ha sorprendido con la boca abierta, que para eso se llama caos).
Todo empezó con la novela de Fernanda Melchor Temporada de huracanes, que de una manera lúcida (y, por tanto, desoladora) destroza el mito de que emigrando se llega a un mundo mejor, en un entorno dominado por la falta de esperanza, la droga y los mitos usuales que los acompañan: el dinero fácil, el cambio de vida por el golpe de suerte, la nulidad del esfuerzo o la honradez, la sospecha -la ilusión- de que otros conocen los atajos que importan...
Después, cuando todavía no había cerrado la boca, llegó Nuestra parte de noche (Mariana Enríquez). Comparado con éste, el previo había sido un aperitivo, porque, si bien los huracanes habían descrito muy certeramente un paisaje desolador, propio de la barrida que siempre conlleva un fenómeno incontrolable de la naturaleza, Nuestra parte de noche parte de una sociedad ya arrasada por el huracán de la dictadura de Videla para presentarnos las raíces -y las presencias, que el poder de algunos no es historia- en las que se imbrican los poderosos, pero entendiendo por poderosos no los cuatro -o cuatrocientos- gatos que son hipermillonarios hoy, sino las estructuras que, llámense familias, o clanes, o sectas, o cualquier otro nombre que designe círculos cerrados con normas propias, las estructuras que, repito, intentan dominar el mundo, Su mundo, porque lo quieren esculpir a su imagen y semejanza, a ser posible en la oscuridad de lo misterioso y oculto. Porque el poder, el verdadero poder, en esta novela, se nutre de las sombras. De hecho, en una alegoría de lo que quiere mostrar, lo oculto se llama Oscuridad, y es un Dios exigente y celoso, que reclama sacrificios de vida y, exigiendo seguidores, no les da las claves para comprenderlo, sino que sigue dominando desde el oscurantismo y la ignorancia de sus designios. ¿Se lo ha inventado Mariana Enríquez, o es una alegoría de algo que "nos suena"?
Y con esos mimbres llegué a la última de mis tres novelas transatlánticas, El diablo de las provincias, de Juan Cárdenas, que, sin haberlo planeado, me cerró el círculo que construyen las tres: La inutilidad de emigrar para encontrar un mundo mejor, la omnipresencia de los poderosos, que proyectan todo su poder en cerrar caminos y obligar a volver a los "disidentes", y la inutilidad final, la de volver a los orígenes, que supone el final de la rebeldía (o de las esperanzas, quién sabe): La rendición final.
Méjico -Temporada de huracanes-, Argentina -Nuestra parte de noche- Colombia -El diablo de las provincias-. La literatura transatlántica sigue teniendo una carga de denuncia, de análisis perfecto, por exacto, de su realidad, de pureza literaria -porque no sé cómo definir esa fantasía en encontrar símiles exactos para lo que quieren contar, esa exactitud para no desviarse de su relato del mundo pero sin renunciar a la calidad de imágenes, símiles, metáforas, multiplicadas en cada página en una simbiosis perfecta con la denuncia y el relato de un modo más inteligible que con la mera descripción. Porque la literatura, a veces, consigue narrar con la imaginación realidades más reales que con el mero relato pedestre -y me vais a permitir el término, dicho sin ánimo peyorativo, sólo haciendo constar sus limitaciones para narrar lo, a veces, inenarrable-.
Pero esta boca abierta sigue impactada con lo preciso, lo literario, la denuncia, lo fantástico de estas novelas. Y, como soy obsesiva-compulsiva, por seguir con la moda de ponernos etiquetas, mi próxima entrada creo que seguirá dándole vueltas a parte de lo que he aprendido.
Y, parafraseando a Aibileen, la criada de Criadas y Señoras, quiero decir que Leer es sano, leer es sabio, leer es importante.
Seguiremos leyendo
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