Por una mirada, un mundo

        Durante años he mantenido la ficción de que no era coqueta y no me importaba el físico. Una mentira muy bien llevada, aunque lo que pasaba realmente era que Salva me veía guapa y yo me veía guapa también  porque me miraba con sus ojos de ¿miope, enamorado, miope enamorado?. Porque no sé si os habéis fijado, pero un miope mirando al infinito es la mirada más enamorada que podáis ver en vuestra vida. Y si no, buscad en Moviestar, Netflix, Filmin o cualquier otra plataforma la peli El filo de la navaja y mirad un ratito en bucle la escena final, cuando Tyrone Power mira al infinito mientras aparece el The End. Me vais a entender.

        Y volviendo al lío, estábamos en que Salva me veía "con sus propios ojos", hasta el punto de que no podía dejarle comprarme ropa porque me la compraba una y hasta dos tallas más pequeñas: También, además de guapa, me veía delgada.

        Pero ya no está. No me gustan los términos polite, porque a ver quién es el guapo que se atreve a decirme así, a la cara, que Salva "nos/me ha dejado", o "se ha ido" voluntariamente👿. Estamos empleando verbos de acción, voluntarios,  para hechos pasivos, y no nos damos cuenta. Porque la muerte no es voluntaria, la muerte voluntaria se llama suicidio (Y salió la filóloga, pero me revienta el modo que tiene tanta gente de esconder la muerte, como si pudiéramos ser inmortales). 

        Total, y siguiendo con el tema: Ya no me veo guapa. Ahora me veo, y de golpe, con un montón de arrugas, un montón de ojeras, una piel de un horrible color ceniza, una barriguita poco atractiva... Vamos, un desastre. Claro, soy consciente de que no era que me hubieran salido las arrugas en dos días, y que no me había salido la barriguita en dos días, sino que yo me miraba con mis propios ojos y no con las gafas de color rosa de mi marido. Lo cual no es un consuelo, sino todo lo contrario.

        Y, como no me gusta nada ni ser viuda, ni ser vieja, ni ser fea, porque las tres cosas dan mucha pena y no me gusta la pena -pura soberbia, evidentemente-, me he puesto a trabajar en el asunto y, como lo de vieja y lo de fea va un poco de la mano -las viejas guapas son menos viejas- y como lo de viuda no lo puedo remediar, he puesto manos a la obra en lo otro. Y como no me gustan las cremas, y como estoy pensando en la cirugía pero tampoco me convence, me he acordado de unas pastillitas milagrosas -porque eran realmente milagrosas- de algas, que te quitaban las arrugas "desde dentro". Y era cierto, a fe mía, aunque luego, con mis ojos "especiales", decidí que no las necesitaba.

        Y todavía están en el mercado, así que las he buscado, las he pedido y estoy esperando que me lleguen. Y si me quitan diez minutos, si me quitan un año, si me quitan cinco, me daré por satisfecha, porque por lo menos lo he intentado. Y me he enterado de que hace treinta años ya era yo muy ecológica. Sorpresas te da la vida. 




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