Decía Einstein...
Cuando me la explicaron, entendí que la teoría de la relatividad de Einstein decía que, si vas muy deprisa, el tiempo se estira. Y la reina de Alicia en el País de las Maravillas decía que, para no moverte, debes correr todo lo que puedas. Lo que no dicen ninguno de los dos es, si te paras, a dónde vas, o cuánto se encoge, si el tiempo se encoge. Y sí, se encoge. Mucho. Doy fe.
Yo tenía algún plan para el momento de jubilarme. No muchos, simplemente hacer la lista de cosas que aparcas para cuando tenga tiempo: pintar, pasear, cuidar el jardín, ir a clase de piano... lo de siempre.
Y propósitos sí que me hice: tengo un puzze a medio hacer, un espejo a medio pintar, un sillón con varias telas encima a la espera de decidir con cuál lo tapizo... Y al perro, el pobre perro, mirándome todos los días con cara suplicante, esperando verme coger la correa.
Estaba todo planificado: hasta las diez de la mañana, hacer el vago para no empezar a trabajar demasiado pronto, no sea que me canse; de diez a once -tiempo flexible, esto no es un trabajo-, puzzle, música, costura (algún botón que pegar, un poco de punto de cruz, algo facilito); a las once, media horita de piano, que ya tengo el segundo libro de Suzuki en el atril, y mi profe cree que este año sí, este año practicaré en casa; de once a once y media, libre -como si todo no fuera "libre", qué manera de hablar-; y a las doce, pasear con el perro hasta el pueblo, comprar el periódico, tomar el café o la caña, volver paseando; o, si mi vista ya no soporta la falta de simetría en el jardín, podar seto: siempre hay que podar seto en un jardín. Con lo cómodas que son las vallas. Pero todos tenemos setos. En fin.
Y los propósitos están aparcados, pero no tengo mala conciencia. No estoy ocupada, pero no tengo tiempo. El tiempo se ha encogido. Ahora ya sé a dónde va: desaparece. Porque no hago nada de lo que tengo planeado, pero es porque no tengo tiempo. Soy incapaz de correr, no hago nada deprisa, y sospecho que es por eso que el tiempo está desapareciendo.
Y ni siquiera me importa que se vaya así. Hace mucho que sólo tenía tiempo para correr; ni descansar, ni aburrirme, casi ni pararme a pensar: pensaba en marcha, sin bajarme de la moto; así que, cuando un buen día me descubra pensando "me aburro", habré llegado al summum de la felicidad de un jubilado. Ese día volveré a hacer un planning, a ver si entonces lo cumplo. Pero de momento, y hasta que me aburra, el tiempo no me da para nada.
Pero es que no tengo que hacer nada; no sé a dónde van los días, ni me importa; no hago nada de lo que pensaba, y estoy feliz.
Debía de estar muy cansada.
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