George Floyd
No sé muy bien cómo empezar a escribir hoy, porque tengo sentimientos encontrados, tanto de tristeza como de alegría. Y no sé cómo se leerá ahora o dentro de un tiempo esto de tener sentimientos de alegría por la muerte de un afroamericano -negro americano, si dejamos los eufemismos a un lado y ponemos las cosas claras- a manos de la policía -blanca, no sea que los policías negros no sean ortodoxos con el orden establecido; es decir, no sean racistas con sus hermanos negros-.
Mi alegría no tiene un origen espurio: Es nítida, genuina; no tiene doblez. Porque viene de la alegría que da ver cómo el tiempo ha traído un cambio social para mejor. Y es una mejoría, porque la falta de juicio es una enfermedad, y su recuperación para quien lo perdió o su adquisición para quien no lo tuvo antes es una mejoría. Es un sentimiento genuino. Se refieren al sentimiento que me ha cortado la respiración, porque lo llevaba esperando muchos años, cuando vi que, al margen de lo que hubiera hecho el negro -y lo quiero llamar negro conscientemente, porque esto es racismo-, la carga de la culpa sin paliativos se ponía sobre los torturadores, los racistas, los violentos: la policía, los que nos deben proteger; a los que pagamos, negros y blancos, ricos y pobres, izquierdas y derechas, para que nos protejan.
Y cuál es el cambio social? Pues ésta es la eclosión más nítida, que ya se ha visto en otras protestas en USA, aunque no tan claras ni tan masivas. El cambio es que, en todas las manifestaciones de todos los países (me gustaría saber que han sido todos; pero si no han sido todos, han sido casi), no se ha confundido en ningún momento a los norteamericanos con sus instituciones ni con su gobierno. Y esto no siempre ha sido así.
Porque si me alegro tanto es porque tenía una espinita clavada, y muy profunda, desde septiembre de 1975. En septiembre de 1975, en España se fusiló a cinco miembros del FRAP: Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico. Franco, nuestro paladín anticomunista particular, murió dos meses después, en noviembre, pero murió matando. Y digo murió matando porque hasta el Papa Pablo VI le telefoneó la víspera de la ejecución de los cinco "comandos"para pedir clemencia para los fusilables. Claro que Franco ya tenía catalogado a Pablo VI como un rojo peligroso: Cuenta la leyenda urbana que cuando se le preguntó sobre un candidato para suceder a Juan XXIII, Franco dijo: "Cualquiera, menos Montini". Y salió Montini. La Historia quería llevarle la contraria al Caudillo. En fin!
Pero, a lo que íbamos: El periodismo internacional, en el caso de George Floyd, diferencia muy claramente a los ciudadanos norteamericanos de sus instituciones. Es obligado, ya que son los propios ciudadanos norteamericanos los que protestan por todo el país, y no sólo los negros, sino gente de todos los colores y condición.
Sin embargo, en septiembre de 1975, una de las noticias que saltó a la prensa después de los fusilamientos en España de los miembros del FRAP, fue el ataque a autobuses de ciudadanos españoles en París, a los que apedrearon por ser españoles. Y a mí aquello me supuso un duelo enorme, porque, de repente, me sentí sola: Qué triste es que no te quieran en tu país porque eres una disidente y no te quieran fuera de tu país porque tu gobierno es una dictadura. ¿A dónde ir? Se llama clamar en el desierto. Los parisinos que apedrearon a los autobuses de españoles no se dieron cuenta de que aquellos españoles, precisamente aquellos, eran los que necesitaban una bocanada de aire fresco en sus vidas, mientras que los que estaban cómodos con su vida no necesitaban aire fresco. De hecho, los que estaban cómodos con su vida estaban cómodos a costa de no abrir la boca, ni para tomar aire fresco ni para ninguna otra cosa.
Así que, después de tanta manifestación y tanto activismo, espero que salga algo bueno para América de todo esto. Pero a mí ya me basta con tener constancia de que hemos recorrido un camino: El que lleva a separar a la sociedad civil de sus dirigentes. O, parafraseando a nuestro inefable Mariano Rajoy, "Un administrador es un administrador, y un administrado es un administrado". En román paladino, que no hay que confundir a la sociedad civil con sus políticos. Aunque seamos los responsables de haberles votado, la sociedad civil no se lo merece.
Comentarios
Publicar un comentario