Héroes y villanos

        Después de una porrada de años, he vuelto a hacerlo: Tenía casi terminada esta entrada del blog, y, en lugar de guardarla,  cerré sin grabar. No es que me pueda quejar, porque me casé con Salva por culpa de algo parecido: Había conseguido cargarme el sistema operativo de mi Amstrad, le conocí en una cena de amigos y, cuando me enteré de que era informático, le invité rápidamente a comer para que me arreglara el desaguisado. Creo que tuvo algo que ver el escote que llevaba aquel día, pero él siempre lo negó. 

        El caso es que casi tenía terminado el tema y lo tengo que reconstruir. No sé cómo saldrá. Sí que tenía clara la estructura en dos partes, siguiendo el título. Sólo me faltaba poner palabras a la conclusión, porque en mi cabeza también estaba clara: El deporte, todavía (¿pero por cuánto tiempo?) es el paradigma de todo lo limpio y lleno de valores, y Rafa Nadal era -y digo era-  el paradigma del esfuerzo, el compañerismo, el saber perder, el respeto por el rival... Y, sobre todo, aquella imagen que nos dejó en unas inundaciones en su tierra, con el mango de un cepillo en la mano, ayudando a sus vecinos a achicar agua  como uno más.

        El deporte. Eso parecía, y eso simboliza, todavía, el deporte. Pero no hemos querido ver lo evidente.

        Cuando llegamos a nuestra casa en Cerceda, nuestros vecinos de la izquierda eran una familia "de fin de semana", pero poco después vendieron a una -con el tiempo- amiga que resultó ser la hija del futbolista del Barça Miguel Torra. Y este encantador ancianito, algo tocado ya por el alzheimer, me contó que, en su época (primeros años cincuenta) ya se intentaba mejorar la imagen de algunos empresarios más o menos "polémicos" vinculándolos a las presidencias o las juntas directivas de clubes de fútbol. El me hablaba de un presidente del Barça en concreto, pero mejor no doy nombres porque igual lo recuerdo mal. 

        El caso es que aquello era más que verosímil, porque después la estrategia de blanqueo se ha cobrado cada vez más espacios. Veamos. 

        Primera fase: Un empresario se blanquea (¿pongamos un constructor, por ejemplo?) haciéndose presidente de un club de fútbol. Preferiblemente debe ser un constructor, ya que siempre se achaca a los constructores y/o contratistas, con razón o sin ella (?) el precio de la vivienda; por tanto, hay que neutralizar el odio difuso que genera esa función social que chirría. ¿Y qué mejor que asociarlos al deporte, y nada menos que a su más alta representación, presidentes de un club de fútbol, el deporte rey?

        Segunda fase: Después del prestigio viene el amor. Y una vez conseguido el amor de sus ¿súbditos? ¿forofos?¿adoradores? (y perdón por lo de súbditos, me ha salido mi amor por Maquiavelo, hablando de amores), como está en su naturaleza el ganar dinero, empiezan a hacer negocio con ese amor y la impunidad que les proporciona, y aparecen los Florentinos consiguiendo la recalificación del suelo de la Ciudad Deportiva del Real Madrid de suelo de servicios (instalaciones deportivas, parques, institutos, centros de salud) a suelo edificable para oficinas. Y se lleva el premio gordo, porque alguna o algunas de las torres las construye su empresa AGS.

       San Google habla: Así, en 2001, el Real Madrid se embolsó 80.000 millones de pesetas (480 millones de euros) por la explotación de una torre y media de las cuatro construidas en el terreno.5​ Otra torre y media la explotó la Comunidad de Madrid y la cuarta el ayuntamiento

        Y para que nadie diga que no soy madridista, que no lo soy, diré que Jesús Gil, llorado por tantos, era mejor ejemplo todavía; y Enrique Cerezo, del que no sé gran cosa, sí que sé que también es constructor. Pero para muestra basta un botón, y tiro porque me toca.

        Tercera Fase: Después de comprobar que todo se perdona cuando se pronuncia la palabra mágica, a saber, fútbol, los países ricos y dictaduras irredentas comienzan a comprar equipos. Yo al principio, inocente de mí, pensé que, simplemente, querían darse el capricho de ser propietarios de clubes porque les salía el dinero por las orejas y podían hacerlo sin menoscabo de sus cuentas corrientes. Inocente, como he comprobado después. Porque estaban probando antes de lanzarse a la jugada maestra: Blanquear sus regímenes autoritarios.

       Porque ahora, y después de otra pata de la misma estrategia, a saber, celebrar en sus países los campeonatos mundiales de clubes -2019 y 2021 en Qatar, 2022 y 2023 en Arabia Saudí-, están empezando a "comprar" a famosos de otros deportes (golf, tenis) para hacerlos "embajadores" del deporte de sus países. Unos países que, ciñéndonos al deporte, ya que hablamos de él, no permiten entrar a las mujeres a los estadios de fútbol -sólo cuando van equipos extranjeros, para disimular, y en espacios separados de los hombres., o, por poner otro ejemplo, las obligan en las olimpiadas a ir con unas vestimentas que las impiden (ya sé que practico el laísmo, pero así lo cuento mejor) competir en igualdad de condiciones con sus rivales.

        No sé si a ellas las compensarán de otro modo o simplemente les parecerá natural por costumbre, o lo soportarán malamente. Imagino que habrá de todo, porque, al margen de la cultura del lugar, hay gente buena y mala, considerada y egoísta, sensible o insensible, entre los hombres y entre las mujeres. El caso es que me apetecía denunciar cómo se nos ha caído un referente por culpa de una bolsa bien repleta. Porque imagino que, al menos, le habrán pagado no bien, sino maravillosamente bien. A la altura de la decepción que nos ha causado a muchos de sus compatriotas, nos gustara el tenis o no. 

        Y que conste: Este señor sólo ha hecho un trueque, al margen de la pasta. Porque para mí, y supongo que para muchísimos españoles, ahora que es "embajador del deporte de Arabia Saudí" ya no es "embajador de la Marca España". 

        Chaval, no se puede tener todo.


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