El motor de curvatura

Reconozco que soy una fan de la ciencia ficción; y, como buena fan de ciencia ficción, lo soy, y mucho, de Star Trek, la serie de televisión que, en mi adolescencia, y siendo de lo que entonces se llamaba letras, me descubrió qué era una paradoja, me hizo viajar por lugares increíbles, me abrió la mente a otras culturas, aunque fueran alienígenas, y, sobre todo, me convenció de que, cuando la Humanidad descubriera el motor de curvatura y tuviéramos la certeza de que no estábamos solos, se acabarían las guerras y viviríamos en paz.

Así que, ahora, espero que el motor de curvatura que se acaba de descubrir no sea un fiasco. Porque, de hecho, el coronavirus, esta pandemia que se ha presentado como otro jinete del apocalipsis, es el motor de curvatura que está al alcance de la humanidad, a día de hoy. Y si no, fijaros bien:

En los años setenta el lema de la contaminación en la Unión Europea -que no se llamaba Unión Europea- era El que contamina, paga, como si no hubiera más consecuencias que alguna pequeña molestia en algunos puntos del planeta; y, en menos de cincuenta años, hemos llegado a nuestro día de hoy, con nuestros océanos llenos de plásticos, nuestros cielos de dióxido de nitrógeno y nuestras casas atiborradas de cosas innecesarias.

Así que hemos recorrido un largo camino en muy poco tiempo, siguiendo la estela del marxismo más verdadero, el de Groucho: Partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de la miseria. Pero, cuando hemos llegado aquí arriba, y hemos empezado a asustarnos de la bola de nieve que habíamos creado, apareció Gaia -la Tierra, en el corazón de los lectores de Asimov- con su propio remedio contra la estupidez humana, y comenzó a lanzarnos virus que, sin previo aviso, afectaban a humanos cuando nunca les habían afectado: y apareció la gripe A, y luego el coronavirus; y, por fin, la humanidad se unió contra el enemigo alienígena que no conocía fronteras, ni amigos y enemigos, ni buenos y malos, ni blancos y negros, y reaccionamos con una hermandad nunca vista, porque hasta entonces no se habían conocido guerras en las que toda la humanidad hubiera sido la atacada, como si de un ejército de insectores se tratara. Y los chinos ayudaron a los italianos y los españoles, y comenzamos a saludar a nuestros vecinos en los balcones, y la ertzaina le dio la mano a los efectivos de un cuartel de la Guardia Civil en Vitoria, y todos los políticos en todos los países lanzaron mensajes de unidad, y la Unión Europea comenzó a ser una Unión que trabajaba para los ciudadanos...

Por fin había llegado el motor de curvatura, y, dentro de unos años, si cuando venzamos en esta guerra conseguimos aprovechar lo que estamos logrando, los historiadores hablarán de que aquí acabó la Edad Contemporánea y comenzó la Edad de... ya veremos cómo se llamará cuando esto acabe. 

Pero un bicho nos ha dado la oportunidad de ser ciudadanos más libres y solidarios en una sociedad mejor.
















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